La Ira: Más Poderosa Que Los Deseos
La Ira: Más Poderosa Que Los Deseos
Es común considerar a la ira como una consecuencia o contraparte del deseo, ya que aparece generalmente cuando el deseo se frustra. Psicológicamente, los dos están interrelacionados. Aún así, desde el punto de vista del Sadhaka espiritual cuya tarea principal es purificar la mente, la ira es un enemigo más poderoso que el deseo. Es útil analizar la causa de la derrota que tan frecuentemente sufre el Sadhaka cuando lucha contra la ira.
Primero, hay que recordar que el Sadhaka tiene que llevar adelante la pelea contra la ira completamente solo y sin ayuda. En cambio, en su encuentro con Kama (el deseo), tiene la cooperación de la sociedad en su lucha. La opinión pública juega en contra del deseo. Si revela su Kama inadmisible, disminuye la estima de aquellos cuya buena opinión valora. Ser calumniado por detractores hiere la vanidad. Ser reprendido por los amigos es doloroso. Incluso que opinen mal de uno aquellos que le son indiferentes es desagradable. Todos estos pensamientos son ayudas seguras para llevar adelante la pelea mental con Kama. Es muy distinta su condición cuando intenta dominar la ira. La gente no ve mal una explosión de mal humor. Pone como excusa la provocación, y así justifica los reprensibles arrebatos de ira. El público indulgente acepta la provocación como una disculpa atenuante. La sociedad parece mantenerse impávida con brazos cruzados cuando una persona enfadada se irrita, se enfurece o despotrica. Parecería que la «sociedad» va al campamento del enemigo (la ira), y lo incita para que ataque más y más duramente para dominar totalmente a la víctima solitaria. Es común que algunas personas molesten a un hombre que ya está enojado con el fin de divertirse viéndolo enfurecido. Los hombres son tan crueles por naturaleza que se alegran observando las payasadas de un demente, y la diferencia entre una persona enojada y un lunático es solamente el grado de intensidad. El resultado es que el Sadhaka espiritual, cuando es asaltado por su archienemigo, la ira, a menudo es dominado.
En segundo lugar, operan ciertos sentimientos que llevan puesta la capa de virtud y engañan al incauto peregrino espiritual. Uno de ellos es llamado «dignidad o amor propio». Olvidando la verdad fundamental de que el aspirante debe ser igualmente indiferente ante el elogio y la censura, se pone del lado de la «dignidad», que después de todo es un punto de apoyo resbaladizo y poco fiable, y en su preocupación por protegerla, no se da cuenta de la proximidad de un sigiloso enemigo, la ira, hasta que es demasiado tarde. «El amor a la patria», «el deber hacia la propia esposa y niños», «la preocupación por los necesitados y los pobres» son considerados erróneamente como justificativos para enojarse. Cualquiera sea el valor que estas opiniones puedan tener desde el punto de vista de la comunidad o la nación, no deben nublar el conocimiento del Sadhaka espiritual, cuyo único fin es conquistar su mente.
La ira, al igual que la fiebre, es un síntoma que muestra que algo anda mal en el mecanismo interior. La maquinaria mental se recalienta por falta de lubricación en el momento oportuno. El más eficaz de todos los lubricantes es la introspección o la reflexión. Incluso el hombre más enojado se da cuenta de su locura cuando se le pasa el enojo. Es entonces que comienza a reflexionar sobre lo que ha hecho. Si hubiera reflexionado antes de enojarse, no se habría enojado en absoluto. Pero eso sería posible sólo si estuviera habituado a la reflexión y la introspección. Hay que establecer este hábito en el momento oportuno si es que se quiere evitar la ira.
Del libro del Maestro Sivananda, La conquista de la ira.
1 comentario
Impresionante la claridad y sencillez con que Sivananda explica lo que es la ira y cómo combatirla, ahora pasemos a la práctica, estar atentos, para poder reflexionar antes de ser atrapados por ella.