Ser o no Ser
La vida en su conjunto es un acto de definición entre dos únicas alternativas: el Ser o el yo. Cada decisión que tomamos, por cotidiana o insignificante que parezca, se reduce a una elección entre ambas direcciones. Cada cosa que pensamos, hacemos o sentimos se sintetiza finalmente en una aceptación del Ser o del yo. Quien acepta al yo, rechaza al Ser. Quien acepta al Ser, rechaza al yo. El Ser y el yo son las dos realidades más profundas y radicales de cada ser humano, y ambas son excluyentes: cada una niega a la otra. Así es nuestra existencia.
Esta circunstancia convierte a cada decisión, cada gesto, cada pensamiento y cada palabra en algo de suma importancia, aunque desde fuera parezca trivial o corriente. No se trata de comportarse como si estuviéramos en el día del juicio final, pero sí de comprender que todo en nuestra vida es, en última instancia, un paso que nos acercará hacia el Ser o hacia el yo.
El Ser es lo Real, lo objetivo, lo verdadero. El Ser es la Bondad, la Belleza, la Iluminación, la Libertad, la Vida libre en su movimiento, el Amor. El yo es lo individual, lo relativo, lo discriminatorio, la separatividad, la autoafirmación por negación de lo que «no soy yo».
El Ser es unión. El yo es separación. El Ser busca la ecuanimidad. El yo busca la superioridad. El Ser da y ofrece. El yo acumula y retiene. El Ser ama. El yo odia. El Ser comprende en silencio. El yo discute a voces. El Ser es humilde. El yo es soberbio. El Ser es sencillo. El yo es complicado. La naturaleza del Ser es felicidad. La naturaleza del yo es deseo. El Ser es compasión. El yo es autosatisfacción, etc…
Nacemos en este estado intermedio, y la existencia, detrás de todas sus apariencias y juegos, no es sino un camino de definición. Pero ojo: en los dos caminos hay dolor y hay dicha. El dolor del Ser es sentir el sufrimiento de todos los seres. El dolor del yo es la frustración de no lograr todo lo que quiere. La dicha del Ser es la plenitud divina. La dicha del yo es la euforia que da la deshinibición de los deseos.
Cada persona, lugar o cosa es un umbral que nos adentra en regiones más profundas del Ser o del yo. No estoy diciendo que unos seres nos lleven al Ser y otros al yo, y que haya que elegir los «buenos» y rechazar los «malos», porque eso es un enfoque egoico. En realidad, nada puede llevarnos a donde no queremos ir, y cualquier cosa !buena o mala! puede convertirse en una justificación de nuestra voluntad. De lo que se trata es de buscar al Ser en toda persona, lugar o cosa que se relaciona con nosotros, y entonces esa persona, lugar o cosa nos acercará al Ser, porque en el Ser no hay discriminación, ni juicio, ni superioridad, ni maldición, ni culpa, ni pecado.
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