Las tres mentes
Os dejo aquí un extracto de textos del Maestro Samael, donde podéis encontrar mucha información acerca del tema que empezamos a trabajar el jueves.
Espero que sea de vuestro agrado,
Raúl.
Los tres tipos de Mente.
Existen tres mentes en nosotros, A la primera podríamos denominarla ”mente sensual”, a la segunda, la denominaremos “mente intermedia” y a la tercera “mente interior”.
Analicemos a continuación lo que es esta mente sensual que todos usamos diariamente. La mente sensual elabora sus conceptos de contenido con los datos aportados por los cinco sentidos, y con ellos forma sus razonamientos. Miradas las cosas desde este ángulo, es obvio, que la Razón Subjetiva o Sensual, tiene por basamento las percepciones sensoriales externas, y si como único resorte de sus funcionalismos están exclusivamente los datos aportados por los cinco sentidos, indubita-blemente no tendrá acceso, tal mente, a lo que se escapa del círculo vicioso de las percepciones sensoriales externas, eso es obvio. Nada podrá saber, la mente sensual, sobre Lo Real, sobre los Misterios de la Vida y de la Muerte, sobre la Verdad, sobre Dios, etc., pues, ¿de dónde podría sacar esa información, si su única fuente de información son los datos aportados por los sentidos? Obviamente no tiene poder para conocer lo venido de “Lo Alto”.
En estas condiciones, la mente sensual, es terriblemente grosera y materialista. No puede aceptar nada que no haya sido demostrado.
Para los bribones del intelecto, atrapados por los sentidos externos y embotellados entre los conceptos de contenido de la mente sensual, nuestros estudios esotéricos les son de locura. Dentro de la razón de la sin razón, en el mundo de lo descabellado, ellos tienen razón, debido a que están condicionados por el mundo sensorial externo. ¿cómo podría la Mente Sensual aceptar algo que no es sensual?
Nos viene en estos momentos a la memoria, algo muy interesante: hubo una vez un gran congreso en Babilonia, en la época de esplendor Egipcio. Vinieron gentes de Asiría, Egipto, Fenicia, etc.
Es claro que el tema resultaba interesante, se quería saber a base de puras discusiones analíticas, si el ser humano tenía, o no, Alma. Entonces, obviamente, ya los cinco sentidos se habían degenerado demasiado; sólo así podemos explicarnos porqué esas gentes escogieron tal tema como motivo del Congreso.
En otros tiempos, un Congreso así, hubiera resultado ridículo; nunca se les hubiera ocurrido a los Lemures celebrar un Congreso de ese tipo; a las gentes del Continente “Mu”, le bastaba salirse de su cuerpo físico para saber si tenían o no tenían Alma, y lo hacían con una facilidad tremenda (no estaban precisamente degenerados sus sentidos físicos) de manera que un tema de este tipo, sólo podía ocurrírsele a una Humanidad involucionante, degenerada… Resultó pues, que tanto en favor como en contra, hubo muchas discusiones. Al fin subió a la Tribuna de la Elocuencia un gran Sabio asirio (ese hombre se había educado en Egipto; había pues, ingresado en los Misterios), y habló con voz muy fuerte, diciendo: “La Razón nada puede saber sobre la Verdad, sobre lo Real, sobre el Alma Inmortal; la Razón, lo mismo sirve para sostener una teoría espiritualista, o una materialista; podría elaborar una tesis espiritualista con una lógica formidable; también podría estructurar, por oposición, una tesis de tipo materialista, con una lógica similar.
De manera que la Razón Subjetiva, sensualista, nutrida con los datos aportados por los cinco sentidos, da para todo: puede fabricar tesis de tipo espiritualista o de tipo materialista; entonces no es algo en lo que se pueda confiar. Existe un sentido diferente, que es el de la “Percepción Instintiva de las Verdades Cósmicas” (es una facultad del Ser). Pero la Razón Subjetiva no puede, por sí misma, darnos verdaderamente ningún dato sobre la Verdad, sobre lo Real; nada puede saber la Razón Sensualista de los Misterios de la Vida y de la Muerte…”
Así habló aquel hombre, y les explicó a los orgullosos: “Ustedes no pueden saber, con sus racionalismos, nada sobre la Verdad, sobre el Alma o sobre el Espíritu: la mente racionalista no puede saber nada de eso…”
Bien, habló aquel hombre con mucha elocuencia y luego se retiró, se apartó definitivamente de todo escolasticismo; prefirió dejar a un lado el racionalismo subjetivo y desarrollar en sí mismo aquella facultad ya citada por él, y que se conoce con el nombre de “Percepción Instintiva de las Verdades Cósmicas”, facultad que otrora tuviera la Humanidad en general, pero se atrofió conforme el “Yo psicológico” el “mí mismo”, el “sí mismo”, se fue desarrollando. Aquel Sabio regresado de Egipto, dicen que apartado de toda escuela, se fue a cultivar la tierra y a confiar exclusivamente en la prodigiosa facultad del Ser, conocida como “Percepción Instintiva de las Verdades Cósmicas”…
Pero vamos un poco más lejos; hay una Mente Intermedia. En esa Mente Intermedia, encontramos las creencias religiosas de todo tipo.
Obviamente, los datos aportados por las religiones, al fin y al cabo, tienen cabida en la Mente Intermedia. La Mente Intermedia es diferente, sin embargo, tampoco sabe nada en forma directa sobre lo Real, se limita a creer y eso es todo.
Y por último existe la Mente Interior. La Mente Interior en sí misma y por sí misma, funciona exclusivamente con los datos aportados por la Conciencia Superlativa del Ser; la Mente Interior no podría jamás funcionar sin esos datos que le proporcionan la Conciencia Interior del Ser.
He allí las tres mentes. La mente sensualista, con todas sus teorías y demás, en el Evangelio es conocida como la “Levadura de los Saduceos”. Jesús el Cristo nos advierte diciendo: “¡Cuidaos de la levadura de los Saduceos!”, es decir de las doctrinas materialistas y ateas como la dialéctica marxista. Este tipo de doctrinas corresponde exactamente a la “levadura de los Saduceos” de la que hablaba el Cristo.
Mas también advierte el Señor de perfecciones sobre la “levadura de los Fariseos” que corresponde a la Mente Intermedia. Y, ¿quienes son los Fariseos? Son aquellos que acuden a los Templos, a sus Escuelas, Religiones y Sectas, etc., para que todos los vean; escuchan la Palabra pero no la hacen en sí mismos, son como el hombre que se mira en un espejo y se va; únicamente asisten a sus Ritos para que los vean, pero nunca trabajan sobre sí mismos, y eso es gravísimo.
Se contentan con las meras creencias, no les interesa la Transformación Intima. Total, pierden su tiempo miserablemente y fracasan. Alejémonos de la “levadura de los Saduceos y de los Fariseos” y pensemos en abrir la Mente Interior. ¿Cómo la abriremos? Pues sabiendo Pensar Psicológicamente, así se abre la Mente Interior, y ésta funciona con los datos de la Conciencia Superlativa del Ser. Entonces se experimenta, gracias a esto, la Verdad de los diversos fenómenos de la Naturaleza.
En el terreno de la vida práctica, cada persona tiene sus criterios, su forma más o menos rancia de pensar, y nunca se abre a lo nuevo; esto es irrefutable, irrebatible, incontrovertible. La mente del humanoide intelectual está degenerada, deteriorada, en franco estado de involución. Realmente, el entendimiento de la humanidad actual es similar a una vieja estructura mecánica, inerte y absurda, incapaz por sí misma de cualquier fenómeno de elasticidad auténtica.
Falta ductibilidad en la mente, se encuentra enfrascada en múltiples normas rígidas y extemporáneas. Cada cual tiene su criterio y determinadas normas rígidas, dentro de las cuales acciona y reacciona incesantemente. Lo más grave de toda esta cuestión es que las millonadas de criterios equivalen a millonadas de normas putrefactas y absurdas. En todo caso, las gentes nunca se sienten equivocadas, cada cabeza es un mundo y no hay duda de que entre tantos recovecos mentales, existen muchos sofismas de distracción y estupideces insoportables. Mas el criterio estrecho de las multitudes, ni remotamente sospecha el embotellamiento intelectivo en que se encuentra.
Estas gentes modernas con cerebro de cucaracha, piensan de sí mismas lo mejor, presumen de liberales, de supergenios, creen que tienen muy amplio criterio. Los ignorantes ilustrados resultan ser los más difíciles, pues en realidad, hablando esta vez en sentido socrático diremos: “No solamente no saben sino que, además, ignoran que no saben”
Los bribones del intelecto, aferrados a esas normas anticuadas del pasado, se procesan violentamente en virtud de su propio embotellamiento y se niegan, en forma enfática, a aceptar algo que en modo alguno, puede encajar dentro de sus normas de acero. Piensan los sabihondos ilustrados que todo aquello que por una u otra causa se salga del camino rígido de sus procedimientos oxidados, es absurdo en un ciento por ciento. Así, de este modo, esas pobres gentes de criterio tan difícil, se auto-engañan miserablemente. Presumen de geniales los pseudosapientes de esta época, ven con desdén a quienes tienen valor de apartarse de sus normas carcomidas por el tiempo, lo peor de todo es que ni remotamente sospechan la cruda realidad de su propia torpeza.
La mezquindad intelectual de las mentes rancias es tal que hasta se dan el lujo de exigir demostraciones sobre eso que es lo Real, sobre eso que no es de la mente. No quieren entender, las gentes de entendimiento raquítico e intolerante, que la experiencia de lo Real sólo adviene en ausencia del Ego. En modo alguno sería posible reconocer directamente los Misterios de la Vida y de la Muerte en tanto no se haya abierto dentro de nosotros mismos la Mente Interior.
No está de más repetir que sólo la Conciencia Superlativa del Ser, puede conocer la Verdad. La Mente Interior sólo puede funcionar con los datos que aporta la Conciencia Cósmica del Ser. Con la Mente Interior abierta, podemos hablar, por ejemplo, sobre la Ley del Karma, ya no por que se diga o deje de decirse, sino por experiencia directa. También con la mente Interior abierta, quedamos suficientemente preparados para hablar de la Reencarnación de todas las cosas, o sobre la Ley de la Trasmigración de las Almas, etc., pero de hecho, ya no basados en lo que leímos o lo que escuchamos de algunos autores, sino en lo que por sí mismos experimentamos en forma real y directa, eso es obvio.
Don Emmanuel Kant, el filósofo, hace una distinción entre la “crítica de la razón subjetiva” y la “crítica de la razón pura”; no hay duda de que la razón subjetiva, racionalista, jamás podría aportarnos nada que no perteneciese al mundo de los cinco sentidos. El intelecto en sí mismo, es racionalista y subjetivo; siempre que oye un tema sobre Reencarnación, o sobre el Karma, exige pruebas, demostraciones; pero las Verdades que sólo pueden ser percibidas por la Mente Interior, no podrían ser demostradas a la gente sensualista. Exigir pruebas sobre eso en el mundo sensorial externo, equivale a exigirle a un bacteriólogo que estudie los microbios con un telescopio o algo así como exigirle a un astrónomo que estudie Astronomía con un microscopio. Exigen, sí, pero las pruebas no se le puede dar a la Razón Subjetiva, porque ésta no tiene nada que ver con aquello que no pertenece al mundo de los cinco sentidos.
Los temas como el de la Reencarnación, el Karma, la Vida post-mortem, etc., son de hecho, exclusividad de la Mente Interior, jamás de la Mente Sensual. A la Mente Interior sí se le puede demostrar, pero ante todo se le exige al candidato que haya abierto su Mente Interior, pues si no la ha abierto, ¿cómo haríamos para darle una demostración de este tipo? ¡Imposible! ¿Verdad? Quieren esas pobres gentes del intelecto, meter el océano dentro de un vaso de cristal, suponen que la Universidad puede controlar toda la Sabiduría del Universo y que todas las Leyes del Cosmos están obligadas a someterse a sus viejas normas académicas. Ni ligeramente sospechan esos intonsos dechados de sabiduría, el estado degenerativo en que se encuentran.
A veces, resultan tales gentes por un momento, cuando vienen al mundo esoterista, mas pronto se apagan como fuegos fatuos, desaparecen del panorama de las inquietudes espirituales, se los traga el intelecto y desaparecen de escena para siempre.
La superficialidad del intelecto nunca puede penetrar en el fondo legítimo del Ser, empero los procesos subjetivos del racionalismo pueden llevar a los necios a cualquier clase de conclusiones muy brillantes pero absurdas.
El poder formulativo de conceptos lógicos, en modo alguno, implica la experiencia de la Real. El juego convincente de la dialéctica razonativa, auto-fascina al razonador, haciéndole confundir siempre, gato con liebre. La brillante procesión de ideas, ofusca al bribón del intelecto y le da cierta auto-suficiencia, tan absurda como para rechazar a todo eso que huela a polvo de bibliotecas y tinta de Universidad.
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